«¡Lo tengo bueno, niño!». Varios «machacas», hombres de etnia gitana, dan a probar discretamente a sus potenciales compradores su mercancía en las calles de dominio gitano de la Cañada Real diariamente. Un joven la cata y, a continuación, le dejan entrar en el búnker de la droga para proporcionarle mercancía, e incluso, consumir en el lugar. El negocio ya está hecho.
El toxicómano es el último eslabón de la larga cadena de la adicción, una cadena que cuenta cada vez con más correos de la droga debido a la crisis económica. Así lo atestiguan fuentes de la Sección Estupefacientes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Brigada Provincial de la Policía Judicial de Madrid: «Hay más “boleros”, gente que transporta la droga introducida en su cuerpo, ya sea vía anal, vaginal o a través de la ingesta. Alguien les ofrece el viaje, se van a Bogotá —principal punto de partida— con diez días a gastos pagados y le dan 6.000 euros. Si necesitan el dinero, lo hacen. Si sale bien la primera vez, repiten y se meten en esa dinámica».
El precio para los boleros depende de la cantidad. Por un kilo se suele pagar 6.000 euros. El perfil de estos temerarios se corresponde con el de gente necesitada económicamente. «Sobre todo son mujeres», detallan. En cuanto a las nacionalidades, los marroquíes y los españoles eran los que más solían llevar a cabo esta práctica. Ahora se están sumando a «bajarse al moro» los rumanos. La captación se realiza en la calle e incluso en bares y zonas de ocio. Suelen ser colombianos o peruanos los que hacen la proposición después de estudiar a una posible víctima, especifican.
Para una persona que se dedica a transportar en su cuerpo estupefacientes, las penas más altas si les cazan están entre los 4 y 9 años. «Depende de la cantidad que traiga y de su pureza. Lo máximo que puede ingerir un humano son 800 gramos», concretan.
Ser «bolero»
Un «bolero» ha de estar días antes sin comer para proceder posteriormente a la ingesta o la introducción en el ano o en la vagina de las bellotas con la droga. Durante todo el tiempo que se lleve en el organismo han de continuar sin comer ni beber. Cuando los correos de la droga llegan a los pisos donde se descarga, conocidos en el argot policial como «cagaderos», beben o toman un laxante para echarlo. Pueden estar días hasta que expulsan todo el género. «Algunos incluso no aguantan en el viaje y se delatan. Van al baño y expulsan algo. Aunque vuelva al asiento no va a pasar el filtro por el nerviosismo. Además, si pierde la droga por el baño, la tiene que pagar», apuntan fuentes policiales.
Las puertas de la adicción
«La droga se filtra por todos los lados en España. Un punto grande de entrada es el aeropuerto de Barajas», especifican. La sofisticación en el aeródromo es tal que se hace complicado incautarla en su gran mayoría. «No viene solo en maletas, sino a través de los “boleros”» y todas las formas que se puedan imaginar».
Los puertos marítimos suponen los mayores aprovisionamientos de cocaína, sobre todo Valencia, Alicante y Algeciras. Las Islas Canarias también. «La que llega en contenedores viene así desde el origen hasta el destino, pero luego hay organizaciones que la trasladan de un buque nodriza a uno pesquero, o del pesquero a una lancha motora, o incluso a una patera. Buscan la mejor forma de introducirla», explican.
El consumo de droga crece año tras año imparable en la región, según fuentes de la Policía Nacional. La Cañada Real es el mayor punto de menudeo de estupefacientes en Madrid. Le siguen barrios de realojo de la zona como la colonia de Los Olivos (Latina), Pan Bendito (Carabanchel) y el edificio de El Ruedo (Moratalaz), donde chabolas, locutorios, bares y pisos hacen de «caletas» —lugares donde se almacena gran cantidad de droga para distribuir a los puntos de venta— o centrales de mercadeo de la droga en la capital.
«El clan gitano no compra directamente al colombiano, sino que sólo se fía del gitano reponedor. Es este gitano reponedor el que a través de otro gitano de más alta categoría tiene el contacto con los colombianos», los principales proveedores de la droga que llega a Madrid y a toda España, relatan.
Actividad policial
Los gitanos regentan el negocio en la Cañada Real o en los barrios de realojo. Los colombianos se dedican al almacenaje de cocaína en otros puntos y los marroquíes, al hachís en la zona sur de Madrid. Los G.A.C. (Grupos de Atención al Ciudadano) —unidades zeta de servicio callejero las 24 horas del día—, la información de la Policía Municipal y las llamadas de anónimos son las fuentes de información que alertan de un posible negocio ilícito en la región.
La actividad policial para evitar el tráfico de drogas en la Comunidad es constante. En 2009 se desmantelaron 84 puntos negros de droga en la región que se saldaron con la detención de 181 personas. Udyco Madrid también lucha contra el tráfico medio, el que mueve más cantidad de estupefacientes para surtir a los puntos de menudeo.
Fuente: ABC
Información enviada por MMI
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miércoles, 20 de octubre de 2010
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