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domingo, 13 de marzo de 2011

¡¡¡LOS ESPAÑOLES PRIMERO!!!


"Confirmado, la inmigración es el motor de la economía". Con esa afirmación panfletaria nos levantábamos cada mañana durante los últimos años, el cliché se hacía eco de los informes elaborados por varias entidades bancarias, y anunciados desde distintas asociaciones pro-inmigracionistas, según las cuales si España no era un corral abandonado era gracias a la invasión de mano de obra extranjera sin calificación alguna.

Los promotores y financiadores de esos informes tenían demasiados intereses económicos tangibles para hablar claro sobre la inmigración: las cajas de ahorros se forraban literalmente con las comisiones que cargaban a las remesas de capital que los inmigrantes enviaban a sus países. Además, estas entidades, junto con los bancos, fueron las primeras beneficiadas de los procesos de regularización masiva: sin papeles no había cuenta bancaria, y sin cuenta bancaria no había hipoteca. Ergo, sin hipoteca no había negocio para los usureros que encargaban esos informes. Entonces, ¿qué iban a hacer sino laudar su adorada y lucrativa invasión?

Si fuera cierto que el motor de la economía española era la inmigración, entonces los españoles ya podemos pegarnos un tiro en la cabeza todos, porque significaría que las legiones de licenciados españoles no valen nada ante hordas de albañiles, peones y barrenderos extranjeros. La economía española tuvo como motor la estafa más grande jamás vista: el ladrillo. Mientras los insensatos pagaban 50 y 60 millones de pesetas por una pocilga en un décimo piso todo iba fenomenal. Mientras lo bancos daban a diestro y siniestro hipotecas a personas de dudosa solvencia con cuatro décadas de plazo tampoco pasaba nada. El problema ocurrió cuando el fraude fué tan grande y masivo que ya no se pudo sostener más. El mercado inmobiliario fué una gran estafa piramidal, donde el más listo estafó al más burro y búscate la vida. La inmigración jugó un papel complementario en esta trama, poniendo ladrillos y amasando cemento.

Cuando el tinglado se hundió, el Banco Central Europeo se dedicó a inyectar líquido en el sistema financiero, devaluando la moneda a medio plazo para evitar males mayores a los bancos que tan alegremente prestaron dinero. Y los grandes constructores se largaron con lo timado a otra parte, a construír y emponzoñar nuevos terrirorios a los que les espera el mismo fin que a España.

Con la crisis en su apogeo, España no debería seguir recibiendo tantos inmigrantes, y si el Estado asistencial que tenemos no les otorgara tantas prebendas algunos de los que hay decidirían irse con la música a otra parte. Pero ésto, que sería lo lógico, no es así, porque aquí hemos decidido hundir el barco sin soltar lastre, con todos los polizones a bordo, y encima, manteniendo este artificio a costa de los sudores y lágrimas de quienes realmente levantaron este pais: nuestros padres y abuelos, nuestros pensionistas. Y por supuesto, esta idea no gusta a los liberales bancarios, multicultis y vividores de ONGs, que perderían a toda esta clientela que tan lucrativa les ha resultado.

Da igual que gobierne PSOE o PP para este asunto. Ni los unos ni los otros tienen el más mínimo interés en poner orden al caos migratorio que entre los dos han tolerado. Los oligarcas sacaron demasiado beneficio con la inmigración antes de la crisis, hipotecando a casi todos los españoles, y obteniendo mano de obra barata y dócil, dispuesta a aceptar sueldos y condiciones que para cualquier español eran un insulto.

Es falso que los inmigrantes vinieran a hacer los trabajos que los españoles rechazaban: sólo que aceptaban los sueldos que los españoles no podían aceptar de ninguna manera. Mientras un español medio tiene unos gastos que cubrir, los gastos del inmigrante son muy inferiores; si viven 15 en un piso alquilado, pongamos por caso, el alquiler les sale a 50 euros a cada uno mensuales. El español, en cambio, tiene que hacer frente a hipotecas de 700 euros, lo que no le permite aceptar el primer trabajo basura que le ofrezcan. Y la patronal encantada durante los ultimos diez años pudiendo pagar 600 euros a un inmigrante en vez de los 1.300 que debería pagarle a un español.

Así que gobierne PSOE o gobierne PP, el dueño seguirá siendo el mundialismo globalizador, con lo que la invasión seguirá su curso. Sólo ante problemas tan graves como los que se están germinando en Francia o en el Sur de Italia, se verá hasta qué punto puede la oligarquía seguir controlando la situacion. Entonces veremos si la población española se levanta en un movimiento revolucionario y empieza un periodo de reformas pro-nacionales, o si ésta sigue aguantando lo que vemos cada día.

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