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miércoles, 28 de abril de 2010

ORACIÓN POR LOS MUERTOS DE LA FALANGE

Señor, acoge con piedad en tu seno a los que mueren por España y consérvanos siempre el santo orgullo de que solamente en nuestras filas se muera por España y de que solamente a nosotros honre el enemigo con sus mayores armas. Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio sino por amor y el último secreto de sus corazones era la alegría con que fueron a dar sus vidas por la Patria.
Ni ellos ni nosotros hemos conseguido jamás entristecernos de rencor ni odiar al enemigo y tú sabes, Señor, que todos estos caídos mueren para libertar con su sacrificio generoso a los mismos que los asesinaron, para cimentar con su sangre joven las primeras piedras en la reedificación de una Patria libre, fuerte y entera. Ante los cadáveres de nuestros hermanos, a quienes la muerte ha cerrado los ojos antes de ver la luz de la victoria, aparta Señor de nuestros oídos las voces sempiternas de los fariseos a quienes el misterio de toda redención ciega y entenebrece, y hoy vienen a pedir con vergonzosa ingencia, delitos contra los delitos y asesinatos por la espalda a los que nos pusimos a combatir de frente.

Tú no nos elegiste Señor, para que fuéramos delincuentes contra los delincuentes, sino soldados ejemplares, custodios de valores augustos, números ordenados de una guardia puesta a servir con amor y con valentía la suprema defensa de una Patria. Esta ley moral es nuestra fuerza. Con ella venceremos dos veces al enemigo porque acabaremos, no solo su potencia, sino su odio. A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa, preferimos la derrota porque es necesario que mientras que cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y de una moral superiores.
Aparta así, Señor, de nosotros, todo lo que otros quisieran que hiciésemos y lo que se ha sólido hacer en nombre de vencedor impotente de clase, de partido o de secta, y danos heroísmo para cumplir lo que se ha hecho siempre en nombre de una Patria, en nom­bre de un Estado futuro, en nom­bre de una cristiandad civilizada y civilizadora. Tú sólo sabes con palabras de profecía para qué deben estar "aguzadas las fle­chas y tendidos los arcos" (Isa, V, 28).

Danos ante los hermanos muertos por la Patria, perseverancia en este amor, perseveran­cia en este valor, perseverancia en este menosprecio hacia las voces farisaicas y oscuras, peo­res que voces de mujeres necias. Haz que la sangre de los muertos, Señor, sea el brote primero de la redención de esta España, en la unidad nacional de sus tierras, en la unidad social de sus clases, en la unidad espiritual en el hombre y entre los hombres y haz también que la victoria final sea en nosotros una entera estrofa española del canto universal de tu gloria
Aparecida en el núme­ro 7 de FE (22.02.1934)

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