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sábado, 14 de noviembre de 2009

Revista Jóvenes Bárbaros Nov. 2009

Hay muchas formas de marginar un autor, o grupo
de autores. Reducirlos a la categoría de anécdota
es una de ellas. Primero se pretende que no son
tan buenos, después que su género no es tan importante,
si todo eso falla siempre se puede aludir a una serie de
fallos en su pensamiento… no piensan como nosotros.
Son políticamente incorrectos…

Cuando todo eso falla - y suele fallar allá donde hay
talento -hay que separar primero el éxito de su obra
de la calidad de la misma… Se afirmará así que el
público, sobre todo el de los subgéneros populares es
poco sofisticado… El problema es cuando la crítica se
une al lector medio y adora la obra… entonces definitivamente
hay que separar la obra de las ideas del autor,
cómo si eso fuese posible. Lo importante es que al final
hay que demostrar que un creador que ha construido
mitos que llegan a millones de personas no puede nunca
ser un pensador contracorriente y que si es un pensador
contracorriente eso no importa.

Eso es lo que pasa con Lovecraft. Se separa la obra
del autor. Se pretende que el creador de mitos que
aterrorizan, o a veces encantan, a millones de personas
y han influido en incontables creadores de otros
países, era tan sólo un tipo raro y cuando finalmente se
hace evidente su talento literario se separa a este de sus
ideas políticas. Cualquier cosa antes que reconocerle
genio a alguien que se atreva a ir contracorriente. A eso
se le llama crítica literaria, y la práctica la gente que nunca
será capaz no ya de crear mitos sino incluso de comprenderlos.

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