CONTENIDO DEL LIBRO:
El autor ha llegado a la conclusión de que la llamada ciencia económica moderna representa un fenómeno similar al de la pintura que los barbudos intelectuales llamaban ultramoderna y los arqueólogos antiquísima. Es decir, que es un gigantesco "bluff" que casi nadie osa denunciar por temor a pasar por indocumentado, retrógrado, etc., ante la masa conformista reverenciadora de las ideas establecidas.
El autor ha llegado a la conclusión de que la llamada ciencia económica moderna representa un fenómeno similar al de la pintura que los barbudos intelectuales llamaban ultramoderna y los arqueólogos antiquísima. Es decir, que es un gigantesco "bluff" que casi nadie osa denunciar por temor a pasar por indocumentado, retrógrado, etc., ante la masa conformista reverenciadora de las ideas establecidas.
Porque, dígase lo que se quiera, no es natural —luego no es posible— que la gente se muera de hambre y miseria por haber producido demasiados bienes de consumo.
Los falsificadores son auténticos ladrones, puesto que al lanzar moneda nueva al mercado, que se supone legal, toman para sí una parte del valor del dinero de sus compatriotas, los cuales deben pagar forzosamente por las mercancías y servicios que dichos falsificadores compran.
Es en los bancos donde se halla el verdadero poder. Si el control no se ejercita a ese nivel, nada es posible. Los bancos son industrias que trabajan con el dinero como materia prima. Del mismo modo, la globalización del sistema económico ha dejado sin sentido cualquier distinción entre bancos del Estado y bancos privados.
En Occidente, un gran número de entidades han sido nacionalizadas pero incluso ellas se ven obligadas, como las líneas políticas del gobierno, a cumplir la voluntad de la finanza moderna y actuar exactamente de la misma manera que las finanzas privadas.
Actualmente, bancos y multinacionales están orgánicamente coaligados entre ellos, y es imposible distinguir el sector de la producción del de la finanza.
La ósmosis es total: en la Alemania Federal, el 70% de todas las acciones con derecho a voto están bajo el control de tres bancos comerciales; doscientas industrias británicas que representan el 85% de toda la producción y ciento cincuenta sociedades que abarcan el 75% de todas las exportaciones dependen de quince grandes bancos; en los Estados Unidos, cinco de los 13.000 bancos detentan el 90% de la industria petrolífera, el 66% de la siderúrgica y de las empresas productoras de maquinaria y el 75% de toda la actividad química.
J. BOCHACA
LA ISLA DE LA ESPERANZA
El timo bancario para no iniciados
P.V.P.: 9 €
LA ISLA DE LA ESPERANZA
El timo bancario para no iniciados
P.V.P.: 9 €
CONTENIDO DEL LIBRO
La corrupción del dinero como instrumento de cambio se debía principalmente a las actividades de unos cuatreros internacionales disfrazados de banqueros. Estos se dieron cuenta de que, en promedio, sólo se les solicitaba una décima parte del dinero depositado en el Banco. Los otros noventa permanecían en la caja fuerte y si los utilizaba era por medio de los recibos o promesas de pagar, pero no retirándolos.
La corrupción del dinero como instrumento de cambio se debía principalmente a las actividades de unos cuatreros internacionales disfrazados de banqueros. Estos se dieron cuenta de que, en promedio, sólo se les solicitaba una décima parte del dinero depositado en el Banco. Los otros noventa permanecían en la caja fuerte y si los utilizaba era por medio de los recibos o promesas de pagar, pero no retirándolos.
Examinando sus libros observó que sus cuentacorrentistas habían depositado en el Banco 500.000 pesos. Guardó 50.000 para poder atender las promesas de pagar o recibos que había entregado a cambio del dinero, con lo cual quedaban en sus manos 450.000 pesos. Entonces prestó a un industrial 500.000 pesos y separó de los 450.000 pesos que le quedaban, otros 50.000 para atender los recibos de ese industrial. A un granjero le dejó otros 500.000 pesos, para lo cual volvió a separar de los 400.000 pesos que ahora le quedaban, otros 50.000 para atender a éste, y así por cada 50.000 pesos dejaba 500.000, ya que el diez por ciento le bastaba para atender sus demandas de dinero. Un negocio fabuloso, hecho sin correr riesgo alguno, y con el dinero de los demás.
Los críticos observaron que mientras los comerciantes locales, que con su trabajo, inteligencia y dedicación, obtenían unas utilidades del cinco o el diez por ciento, con riesgo de perder dinero ante la leal competencia de los demás, o del cambio de gustos del público, o de la pérdida de la cosecha por las inclemencias del tiempo, o por cualquier otro motivo, en cambio, el banquero, manejando el dinero de los demás, obtenía, en la precisa circunstancia dada, un beneficio astronómico.
Si toda la riqueza que hubiera en un país fuese de 100 kilos de carbón y se diese un valor de 10 pesos a cada kilo, la riqueza nacional, el P.I.B. (Producto Interior Bruto) sería 100x10 igual a 1.000 pesos, consecuentemente si alguien falsificase otros 1.000 pesos, esos primitivos 100 kilos de carbón, que en conjunto eran toda la riqueza, valdrían ahora 2.000 pesos, los 1.000 iniciales más los 1.000 falsificados, lo cual querría decir que el dinero valdría la mitad o que el carbón valdría el doble.
Nadie se fijaba en que el Banco acumulaba una riqueza impensable. Tampoco se fijaba nadie —por suceder de forma gradual— en que los precios de todas las mercancías y servicios subían. Y no sólo subían porque en los precios de costo había que incluir el llamado "costo del dinero" (o intereses) sino porque al haber más "dinero", en forma de "promesas de pagar", su valor decrecía y había que aumentar los precios para compensar esa pérdida de valor.
El banquero se dio cuenta de que, mientras diseminaba sus préstamos, con lo que hacía subir los precios (siempre al aumentar la masa de dinero circulante suben los precios) cada comprador se había visto forzado, volens nolens, a pagarle a él tributo, y cuando había cancelado sus créditos produciendo una baja en los precios, el tributo le había sido pagado, también a él, por los vendedores. Pasara lo que pasara, el banquero ganaba siempre y un sector de la colectividad —o los dos a la larga— perdían siempre.
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