El pasado día 6 de noviembre el Parlamento Europeo votó las enmiendas al nuevo reglamento sobre el uso y comercialización de productos fitosanitarios (productos con los que se combaten las plagas y las enfermedades en la agricultura).
Democracia Nacional denuncia las graves repercusiones que tendrá este nuevo reglamento en la agricultura mediterránea, de tanta importancia en España. Se pretende reducir el número de productos fitosanitarios de una manera tan radical que nuestros agricultores apenas contarán con 20 insecticidas para combatir un número superior de plagas, algo completamente insuficiente, ya que es necesario que existan varios insecticidas por cada plaga para evitar que éstas puedan desarrollar resistencias. La drástica reducción de productos fitosanitarios que conllevará esta decisión provocará que no puedan combatirse un gran número de plagas y enfermedades agrarias, tan activas en nuestra zona debido al clima, por lo que la primera consecuencia será una reducción drástica de nuestra producción de alimentos. Esto provocará la reducción de millones de toneladas de producción agraria (hasta el 75% de nuestra producción de cítricos), aunque también habrá reducciones importantes en otras frutas y hortalizas.
La segunda consecuencia será la pérdida total de rentabilidad con el consiguiente abandono de los campos por parte de los agricultores, con todo el daño que eso supondrá para el mantenimiento de nuestro medio ambiente y de nuestra biodiversidad.
La tercera consecuencia será la pérdida de millones de jornales agrarios. Algunas organizaciones agrarias calculan que se pueden perder hasta 55.000 puestos de trabajo en la Comunidad Valenciana y 350.000 en toda España. La reducción de la producción puede agravar la actual crisis alimentaria; recordemos que hay una brutal explosión demográfica en el mundo y que producir alimentos para toda esa masa de población será uno de los principales retos del futuro. Además, la reducción de la producción provocará un aumento del precio de los alimentos, lo que agravará aún más la situación, y nos hará dependientes totalmente de las importaciones de alimentos desde países terceros donde, además, sí que se podrían usar los productos fitosanitarios que aquí van a prohibirse.
La segunda decisión tomada por la Comisión Europea ha sido la eliminación de las normas de calidad de frutas y hortalizas exigidas en la Unión Europea para 26 productos frescos mediterráneos. Democracia Nacional advierte que la consecuencia será un empeoramiento de la calidad de los productos agrarios que consumimos, ya que Europa sufrirá la importación masiva de productos muy baratos y de ínfima calidad procedentes de terceros países que no cumplirán las mínimas normas de calidad para ser consumidos. Los principales perjudicados serán el consumidor europeo, que sufrirá una reducción de la calidad del producto y el agricultor europeo, que no podrá competir de ningún modo con los precios de estos productos importados. De hecho, esto ya viene ocurriendo en la práctica desde hace años, debido a los escasos controles que se hacen en nuestras fronteras a los productos agrarios procedentes de fuera de Europa y que ya han estado a punto de costarnos muy caro en materia de entrada de plagas y enfermedades que pueden ser devastadoras para nuestros cultivos. Parece ser que nuestras fronteras no son sólo un coladero de inmigrantes ilegales.
Democracia Nacional denuncia:
-Las últimas normas en materia agraria promovidas por la Unión Europea, que pueden tener efectos devastadores para nuestra agricultura, como si ésta no estuviera ya lo suficientemente castigada
-Los acuerdos a los que la Unión Europea está llegando con otros países como Egipto o Marruecos para que éstos tengan total libertad para meter sus productos agrarios en la Unión Europea, pero a los que no se les exige ni de lejos las mismas condiciones que a los países europeos. Todo esto es parte de una estrategia de las grandes cadenas de distribución para presionar los precios a la baja. Además ni siquiera vale la explicación de que esto “beneficia a los pobres del Tercer Mundo” porque los dueños de las plantaciones del Norte de África son grandes empresarios (españoles en muchas ocasiones), terratenientes e incluso el mismo rey marroquí. Caso aparte sería la entrada de Turquía, mayor productor hortícola del Mediterráneo, en la UE, lo que provocaría el fin de nuestra agricultura
-Que a los países terceros productores no se les exigen las mismas normas en materia de trazabilidad, de productos fitosanitarios y de seguridad alimentaria que se exigen en Europa
-Que los precios que se cobran en el campo son los mismos de hace treinta años, que continúan los robos en nuestras instalaciones agrícolas, protagonizados la mayoría por inmigrantes y que los abusos de las grandes distribuidoras europeas están llevando a nuestro agricultores a la ruina.
-El plan de los ultraliberales (incluidos aquellos que van de “patriotas”) para destruir la agricultura, la ganadería y la industria nacionales con la introducción de los transgenicos y la importación de productos del Tercer Mundo, un plan demencial e inviable que nos dejaría completamente desprotegidos ante la más mínima crisis.
Desde DN queremos recordar que la agricultura es el alma de una Nación, que es esencial para mantener el contacto con la tierra de nuestros antepasados, la conservación de nuestro medio ambiente y para la promoción de una vida sana y en contacto con la naturaleza. Esto, por supuesto, es todo lo contrario de lo que pretenden los ultraliberales mundialistas, que es desarraigar a las poblaciones europeas, deslocalizar la agricultura y la industria y convertir España en el basurero de Europa: un país de playa, golf, discotecas, casinos, drogas y burdeles. Recordamos que nuestros agricultores son parte de nuestro patrimonio y de nuestra historia y que su labor es indispensable para asegurarnos nuestra independencia alimenticia en cualquier momento de crisis, algo que es muy probable que ocurra en un futuro ya que nos dirigimos a un mundo con limitación de recursos energéticos, especialmente el petróleo, lo que puede provocar una disminución radical de los abonos y de los pesticidas y, en consecuencia, de los alimentos. En este contexto, será vital que cada país mantenga una agricultura lo más fuerte posible.
Miguel Blasco.
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